El organismo humano es un ser homeotermo que precisa mantener su temperatura interna estable, con el fin de asegurar la salud del individuo; las variaciones en la temperatura central no van a afectar sólo a la salud, sino que también van a modificar parámetros relacionados con la actividad física que van a determinar un deterioro en el rendimiento físico sobre todo de las pruebas de corte aeróbico.
El intento de nuestro organismo de mantener estable la temperatura a pesar de la gran cantidad de calor generada por el ejercicio, va a determinar la puesta en marcha de diferentes mecanismos de termoregulación entre los que el más importante va a ser la sudoración. El aumento de la sudoración trae consigo un aumento de la pérdida de fluidos y si dicha pérdida supera la entrada de líquidos (mediante la hidratación), la deshidratación puede ocurrir. La deshidratación puede dar lugar a una disminución de la presión arterial, aumento de la frecuencia cardíaca, disminución del flujo de sangre a los músculos en ejercicio y a la piel, y posteriormente una disminución significativa del rendimiento físico.
Deshidratación
La deshidratación durante el ejercicio en ambiente caluroso se produce porque hay un aumento significativo de la sudoración, lo que da lugar a una disminución en el volumen de sangre circulante. Este menor volumen de sangre trae asociada una disminución de la presión arterial; igualmente el sistema cardiovascular trata de distribuir adecuadamente la sangre a los músculos que trabajan y al mismo tiempo desviar la sangre a la piel para realizar el intercambio de calor que le permita mantener más o menos estable la temperatura central.
Esta disminución en el volumen sanguíneo da lugar a un aumento de la frecuencia cardíaca, en un intento de proporcionar el flujo de sangre necesario para satisfacer las demandas de energía del ejercicio, con lo que al mismo nivel de intensidad relativa de ejercicio las pulsaciones son más altas.
Si la deshidratación continua o aumenta, se ven comprometidos tanto el rendimiento físico como la sudoración con lo que la temperatura del cuerpo va aumentando progresivamente; se considera que el aumento de la temperatura corporal es un factor limitante del rendimiento.
Este "malabarismo" de ajustes circulatorios en un intento de enfriar el cuerpo, provoca una acumulación más rápida de ácido láctico, con el consiguiente uso prematuro de los depósitos de glucógeno y provocando una fatiga más rápida ligada al ejercicio. La disminución del flujo de sangre a los músculos activos reduce la capacidad del cuerpo para neutralizar y oxidar el ácido láctico. Ambos factores están relacionados entre sí y contribuyen a la fatiga precoz durante el ejercicio en ambiente caluroso, aun siendo de intensidad moderada.
La sed y la deshidratación no son sinónimos y la sed es un mal indicador de la deshidratación. Esto está bien documentado y aceptado (Hawely, et al, 1998, la Cruz et al, 1991; Murray, de 1996, Reher, 1996).
Cuando un deportista comienza a tener sed en el curso de una actividad física, es posible que ya esté deshidratado en un nivel que oscila entre un 2% a 3%. Cualquier nivel de deshidratación da lugar a una disminución de rendimiento, pero esta disminución será tanto mayor cuanto mayor sea la deshidratación.
La pérdida de fluidos correspondiente a un 3% del peso corporal puede provocar una reducción significativa en la capacidad de rendimiento aeróbico que según diferentes estudios va a oscilar entre el 6% y el 15%. Mayores pérdidas de líquidos (de 4% o 5%) pueden causar una disminución en el rendimiento de entre un 20% y 30% (Wilmore JH et al, 1994; Nadel et al, 1987, citado en el Meir et al., 1995; Murray R, 1996). Hay que tener en cuenta que esas disminuciones en el rendimiento pueden ser variables en función de la persona, nivel de entrenamiento,...
Las pérdidas de agua del cuerpo pueden ser expresadas en términos de pérdida de peso. Cada kilogramo de peso perdido durante el ejercicio se corresponde con la pérdida de un litro de líquido, lo que hay que tener en cuenta para ajustar la ingesta de líquido cara a su recuperación.
Qué es el Golpe de Calor
Se trata de un cuadro médico grave que se produce cuando el cuerpo es incapaz de regular su propia temperatura y se produce una situación de desajuste térmico, conocida como golpe de calor. Esta alteración se traduce en un aumento brusco y sostenido de la temperatura interna corporal. Su forma más habitual se produce por exceso de exposición al sol y se denomina Insolación. Se acompaña de cefalea (dolor de cabeza), fatiga, calambres musculares, náuseas, elevación de la temperatura corporal y abundante sudoración.
Si se permanece mucho tiempo en este estado sin tomar las medidas oportunas, la piel aparece caliente y seca, se produce taquicardia (aceleración del pulso), adormecimiento y pérdida de conciencia, llevando al paciente a la muerte.
S U M A R I O
Qué es el Golpe de Calor
Causas del Golpe de Calor
Personas más Expuestas
Insolación Tratamiento
Descompensación por Calor
Normalmente existen mecanismos neuroquímicos que regulan la temperatura corporal y que hacen que ésta se mantenga estable en torno a los 36ºC, tanto si en el exterior hace frío como si hace calor. La piel y el tejido graso subcutáneo son estructuras muy importantes en la regulación térmica y su papel se centra en el efecto barrera a la entrada de calor o frío en el cuerpo. También contiene receptores sensitivos de tipo térmico que son los encargados de modular las respuestas neuroquímicas. También la transpiración cutánea (sudoración) permite eliminar calor en forma de gotas de agua e iones (cloro y sodio sobre todo) y estabilizar los 36ºC internos frente a las altas temperaturas externas. La respiración, por eliminación de vapor de agua, sirve también para esta función reguladora. Diversos cambios circulatorios intervienen también, aumentando o disminuyendo el riego sanguíneo de todo el cuerpo según la temperatura exterior. Por último el cerebro, a partir delos estímulos sensitivos y circulatorios que recibe produce neurotransmisores pirógenos internos, capaces de aumentar o disminuir la temperatura corporal. Cuando estos mecanismos son sobreexpuestos a las altas temperaturas o bien las condiciones de hidratación o circulación sanguínea no son las idóneas, se produce una incapacidad para regular la temperatura y sucede el golpe de calor.
Causas del Golpe de Calor
Se produce cuando el organismo produce una cantidad de calor que no es eliminable por los sistemas de refrigeración del organismo (dilatación de los vasos sanguíneos superficiales, sudoración y respiración); ya sea porque la producción de calor corporal es excesiva, porque la temperatura ambiente es muy elevada o bien porque los mecanismos de eliminación de calor no funcionan correctamente, aunque lo más habitual es que sea por la combinación de estos tres factores. Las temperaturas extremas producen un aumento de la transpiración por la piel (sudor) y evaporación de agua por la respiración. Ello conduce a una pérdida importante de líquidos y de sales minerales que el organismo necesita para funcionar correctamente. Si las pérdidas de líquido y de sales minerales no se reponen a medida que se van perdiendo, puede sobrevenir una situación de deshidratación, con importantes consecuencias para la salud que pueden ser eventualmente graves. También el aumento de la temperatura ambiental produce efectos directos sobre la circulación: La sangre venosa se estanca y circula con dificultad. Por su parte, el corazón y las arterias tienen la misma tendencia a dilatarse y a impedir que la sangre oxigenada llegue correctamente a los tejidos. El calor sofocante también afecta al aparato respiratorio, que no puede recibir todo el oxígeno necesario para una correcto intercambio de oxígeno en la sangre. Todo ello produce una falta de riego y de oxigenación, que puede conducir a un estado de grave fatiga, a desmayos o a situaciones mucho más graves de compromiso cardio-respiratorio, que pueden poner en peligro la vida de algunas personas.
Personas más Expuestas al Golpe de Calor
Cualquier persona puede acusar los efectos del sol o del calor, pero algunos casos concretos están más expuestos. Los individuos más expuestos al golpe de calor son: Personas mayores de 75 años. Niños menores de 6 años. Recién nacidos (muy expuestos a las alteraciones de temperatura). Personas con problemas de movilidad. Obesos. Personas que realizan mucha actividad física. Deportistas. Discapacitados físicos o psíquicos. Personas con hipertensión arterial o problemas cardiacos. Personas con problemas respiratorios. Personas con diabetes o problemas de tiroides. Personas con Parkinson o demencia (Alzheimer). Personas que toman antidepresivos, tranquilizantes o diuréticos.
Insolación
Una de las formas más clásicas de alteración de la regulación térmica del organismo se conoce popularmente como insolación y se produce por efecto del calor después de la exposición mantenida al sol, sobretodo durante el verano. La acción directa del sol sobre zonas vitales del cuerpo, en especial la cabeza, puede producir un sobrecalentamiento del cerebro que conduce a que éste no funcione correctamente. Sería algo parecido a lo que ocurre cuando una persona sufre de fiebre muy alta. Las horas centrales del día, las altas temperaturas ambientales o los lugares desérticos desprovistos de agua, son los escenarios habituales. Las primeras manifestaciones son de estado confusional en el que concurren situaciones como dolor de cabeza, piel caliente, roja y sudorosa (el no sudar es un signo de alarma), defectos de visión, somnolencia, náuseas, irritación, descoordinación de las extremidades, falta de tono muscular, caída al suelo o convulsiones. La situación más grave es la entrada en coma, pudiendo producir la muerte si progresa el cuadro. El aumento de la temperatura interna corporal es el responsable del problema; aunque además de la propia hipertermia influyen también todos los factores propios de la exposición a un ambiente muy caluroso, como deshidratación, problemas circulatorios y falta de oxigenación de los tejidos.
Tratamiento
La primera medida es conducir a la persona con golpe de calor agudo a un lugar fresco y fuera del alcance del sol. Dependiendo de su estado, deberá ser conducida inmediatamente a un centro hospitalario (situaciones de coma, convulsiones, estado confusional, importante descoordinación). Si la persona tiene síntomas leves puede ser de gran utilidad aplicar compresas frías en la zona de cabeza, cuello, tórax, brazos y muslos en un intento de bajar la temperatura interna del cuerpo que ha podido superar los 40-41ºC. Estas medidas son también de gran ayuda en personas en estado de shock mientras son trasladadas a un centro asistencial. El aporte de líquidos es también fundamental. Si la persona puede ingerir por boca (está consciente) puede administrársele agua u otros preparados con carga iónica (bebidas tonificantes deportivas) existentes en el mercado, y que no sólo cubren las deficiencias de agua, sino que aportan iones y azúcares que pueden corregir la acidosis metabólica que se provoca por exceso de temperatura. Si el paciente no puede ingerir es preferible no forzarlo, dado el riesgo de que "trague mal" y aspire a los pulmones el líquido. En cualquier caso, dar líquido poco a poco y a temperatura ambiente: Evitar usar bebidas muy frías o ingestiones muy abundantes de golpe. Si el estado de shock se ha presentado (paciente obnubilado o en coma, con la piel caliente, roja y seca) será necesario administrar líquidos e iones vía venosa (sueros), siendo el traslado a un hospital la medida más importante una vez estabilizado el paciente, ya que si progresa el cuadro sin tratamiento adecuado se trata de una situación potencialmente mortal. También es conveniente investigar si la persona padece alguna enfermedad que pueda esta participando en el shock (cardio o broncopatía, diabetes u otras). El mantenimiento de la permeabilidad de la vía respiratoria y de las funciones cardio-circulatorias puede ser necesario en los casos más graves. El traslado a un centro hospitalario debe hacerse lo antes posible al margen de la ayuda que pueda prestarse al paciente en su traslado.
Descompensación por Calor
Las altas temperaturas mantenidas del verano pueden afectar a las personas más vulnerables. Los niños, sobretodo los más pequeños, son muy sensibles a sufrir daños por estar expuestos a las altas temperaturas sin cuidado. Los ancianos también. Ello se debe a la facilidad que tienen para deshidratarse, la poca capacidad para compensar la deshidratación y, en el caso de los ancianos, la frecuente presencia de enfermedades metabólicas, pulmonares y cardiacas asociadas. La diabetes, la insuficiencia cardiaca, la bronquitis crónica (asma, EPOC), la insuficiencia renal o hepática, y las enfermedades nerviosas crónicas son las situaciones que pueden verse descompensadas fácilmente por el calor. Si los pacientes ya no gozan de un buen estado de salud y tienen las funciones circulatorias o pulmonares comprometidas, pueden empeorar súbitamente si aumentan de forma brusca las temperaturas y no tienen defensa ante ello. La pérdida de líquidos por transpiración (sudor y respiración) conducen a la deshidratación si no se reponen las pérdidas bebiendo abundante agua mientras se está expuesto al calor. La deshidratación significa falta de líquido, sangre más espesa y menos cantidad circulante, con menor aporte de oxígeno a unos órganos que ya están al mínimo en condiciones normales. La falta de iones (sodio, cloro y potasio) conducen al edema cerebral, lo que produce estados confusionales y tendencia al coma (pérdida de conocimiento). Además la circulación se enlentece con el calor, lo cual es especialmente nocivo en pacientes enfermos. La respiración en ambientes sofocantes no es fluida, lo que impide ventilar bien los pulmones y oxigenar bien la sangre, cuestiones también peligrosas para personas cuya salud habitual ya no es muy buena.
TERMOREGULACIÓN
El mantenimiento del cuerpo humano requiere numerosas reacciones químicas que funcionan mejor a una determinada temperatura corporal.
Se nos describe como homoeotermo o de sangre caliente y necesitamos mantener una temperatura central relativamente constante para que estas reacciones químicas, llamadas metabolismo, se produzcan de forma óptima y para que la producción de movimiento mecánico sea eficiente.
Cuando se realiza una actividad física la temperatura corporal se eleva debido al aumento de la tasa metabólica necesaria para satisfacer las demandas aumentadas de energía del ejercicio.
Desde el punto de vista de la eficiencia mecánica de la máquina muscular aproximadamente el 25-30% del metabolismo se convierte en trabajo mecánico mientras que el restante 70-75% se convierte en calor. Se entiende entonces la gran cantidad de calor que se produce en nuestro organismo mientras se realiza un ejercicio de alta intensidad, lo que puede traer problemas a la hora del mantenimiento estable de la temperatura central. Además del calor proviniente del metabolismo muscular, más energía calorífica puede ser adquirida por la exposición al sol en forma de calor radiante o corrientes de convección.
Con el fin de preservar la salud y el funcionamiento óptimo del organismo, se debe encontrar la manera de disipar este calor.
Normalmente en una situación de reposo, la temperatura central es de unos 37 °C y puede llegar a 39 °C o incluso bastante más en algunos individuos durante el ejercicio, con o sin efectos adversos.
Existen diversos mecanismos homeostáticos empleados por el cuerpo en un intento de mantener la temperatura corporal dentro de límites estrechos. Durante el ejercicio el mecanismo inicial en este intento de mantener estable la temperatura corporal es aumentar el flujo de sangre a la piel ya que la sangre actua como conductor del calor; para ello se produce una vasodilatación en los territorios cutáneos lo que trae consigo que la sangre se desvíe de los músculos en actividad para eliminar el calor en la piel.
Por lo tanto, se produce una competencia entre los mecanismos que mantienen un gran flujo de sangre a los músculos que se están ejercitando y los mecanismos que proporcionan la adecuada termorregulación.
El calor del cuerpo se pierde por radiación, conducción, convección y evaporación:
Radiación:
Es la transmisión de calor de un objeto a otros que están a menor temperatura mediante ondas electromagnéticas. El intercambio de calor por radiación depende de la influencia directa del sol sobre el cuerpo y de la temperatura de los objetos circundantes: suelo, carretera, muros, etc. Estos elementos pueden modificar la temperatura de la piel.
Por regla general, el medio circundante es más frío que la superficie de la piel y la irradiación asegura una eliminación de calor. Pero cuando se está expuesto directamente a los rayos solares, grandes cantidades de calor son absorbidas por el cuerpo y deben ser disipadas por otros mecanismos.
Conducción:
Es la transmisión de calor entre dos objetos de temperaturas diferentes que se tocan. Va a depender de la diferencia de temperatura y también de la conductibilidad de los cuerpos en contacto.
Convección:
Es la transmisión de calor de un medio a otro gracias al desplazamiento del aire calentado. La cantidad de calor eliminada por convección depende de la diferencia de temperatura entre el aire ambiente y la superficie de la piel, y de la velocidad relativa del aire en relación al cuerpo.
Evaporación:
La evaporación del sudor de la superficie de la piel es la forma más eficaz de eliminar el calor del cuerpo. Si el sudor no se evapora no tiene efecto refrescante. Por cada gramo de sudor evaporado el cuerpo pierde 0'58 kilocalorías.
Cuando llega el sudor se evapora, se enfria la superficie de la piel causando una transferencia de calor de la sangre. La sangre enfriada regresa al interior del organismo donde absorbe el calor generado por los órganos internos (incluyendo los músculos) y el proceso se repite.
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