martes, 25 de agosto de 2009

Pastores del Cuera

Documental sobre los Pastores en la Sierra del Cuera, Asturias.



Artesania Makilera en el Pais Vasco o el arte de hacer varas para el monte










Fabricación del bastón clásico


Los bastones más clásicos, que no podemos englobar entre las makilas (sí strictu sensu, pues makila quiere decir bastón) son de diverso tipo.
La materia base son las ramas de los árboles1, de cualquier clase a excepción de la higuera, el pino y el chopo, ya que sus ramas carecen de la consistencia y la calidad necesaria.

Cada zona geográfica cuenta, por tradición, con una determinada madera para la fabricación de sus bastones: el arañón, el avellano, el castaño, el boj (es muy bonito aunque pesado), el níspero, el acebo, el almendro. Recomendable es la madera del sauce,
siempre que se tenga en cuenta la preferencia de la hembra sobre el macho, aquélla más estilizada y con estrías de gran vistosidad.

Se considera importantísima la fecha elegida para el corte de la madera - cada madera tiene su momento óptimo de corte en relación a las fases lunares-, pues de ello dependerá que salga una buena pieza.

Tampoco pasa por alto al artesano que en los caminos abandonados crecen matorrales de los que pueden hacerse buenas varas de madera.

Entrados ya en faena, en primer lugar se corta el palo del árbol a unos 110 cm., y ya en el taller vuelve a recortarse hasta unos 90 cm., eliminando los extremos menos consistentes (hay que recordar que a cada persona corresponde un determinado tamaño de
bastón según su altura).

Si el palo está torcido, cosa bastante normal, se procede a enderezarlo: para ello se pela y coloca en un ángulo perforado, de los que se usan para la fabricación de estanterías, donde se ata fuertemente protegido con un trapo. Así se tiene entre 8 y 15 días, tiempo suficiente para su enderezamiento definitivo. Es lo que él llama en
castellano «el encallado de la vara» y en euskera goortuta.

Una vez recto, el bastonero aplica en la parte inferior una puntera de acero
inoxidable.
































LA ARTESANÍA MAKILERA




A continuación trataremos sobre el bastir bastones, juego de palabras que además indica la etimología del sustantivo bastón: el verbo latino bastire, construir o, en el castellano antiguo, bastir. Pero no hagamos de esta afirma ción dogma de fe, pues Corominas y Pascual en su Diccionario Crítico Etimológico (1) ubican al bastón entre los derivados del latín tardío bastum, y mucho antes Sebastián de Cobarruvias, en el primer diccionario de la lengua castellana, del siglo XVII (2), barruntó que descendía del sustantivo griego bastagma.Sea como sea, y aunque hay tantos tipos de bastones o makilas como interpretaciones etimológicas, para nuestra metodología podríamos clasificar a aquéllos en dos tipos:A. Los de madera, tallada o sin tallar. Pueden llevar correa para su mejor sujeción y puntera de hierro. Aquí llamamos bastones a éstos, para diferenciarlos de las makilas tradicionales.B. La makila tradicional. De diversas maderas (haya, aliaga, árgoma, níspero, enebro o acebo) con extremo metálico y mango desmontable que oculta un estoque de afilada punta metálica. En la parte superior va provista de correa.




A. Fabricación del bastón




Las ya citadas churra y porra, típicas de los pastores, se las fabrican ellos mismos con retoños de roble cuyas raíces forman protuberancias esféricas muy duras y de gran tamaño. Sobre este particular el investigador Vidal Pérez de Villarreal me comparte sus recuerdos de niñez: "las cuadrillas de chavales -dice- íbamos al monte con la ilusión de encontrar retoños de árboles con protuberancias de esa clase que, tras trabajarlos un poco, nos servían para jugar a los pastores".Los caseros alaveses (según ha recogido Isidro Sáenz de Urturi Rodríguez) cortaban con hacha una rama de acebo, avellano o boj, y con una navaja ajustaban la base a su gusto. La parte alta se doblaba para darle forma y se ataba fuertemente; dejada así por espacio de unos cuantos meses, acababa perfectamente domada. El sobrante lo recortaban con un serrucho y otra vez con navaja terminaban el trabajo, lo decoraban, etc.






Ahora describiremos el proceso de elaboración de los bastones más clásicos, que no podemos englobar entre las makilas (sí strictu sensu, pues makila quiere decir bastón) tradicionales vascas. Para ello seguimos las explicaciones que amablemente nos brinda el artesano José María Urkízar Urrozola, nacido en Tolosa en 1938. Tiene su taller en el número 6 de la calle Bizkai de la villa papelera (Tlf. 671431).La materia base son las ramas de los árboles, de cualquier clase a excepción de la higuera, el pino y el chopo, ya que sus ramas carecen de la consistencia y la calidad necesaria.Según José Mari, cada zona geográfica cuenta, por tradición, con una determinada madera para la fabricación de sus bastones. Así, las maderas típicas de Euskalerria son: el arañón o "elorribeltza" en Gipuzkoa, el avellano en Navarra, el castaño en Bizkaia, el boj en Álava y el níspero en Iparralde.Pero él prefiere el acebo, aunque últimamente está trabajando mucho con arañón o matzakana, del que obtiene bastones muy buenos y elegantes, con nudos negros que destacan sobre el blanco de la madera.






También, aunque menos, se sirve de almendro y de castaño.Recomendable es la madera del sauce, siempre que se tenga en cuenta la preferencia de la hembra sobre el macho, aquélla más estilizada y con estrías de gran vistosidad.Se considera importantísima la fecha elegida para el corte de la madera -cada madera tiene su momento óptimo de corte en relación a las fases lunares-, pues de ello dependerá que salga una buena pieza.Tampoco pasa por alto el artesano que en los caminos abandonados crecen matorrales de los que pueden hacerse buenas varas de madera.Entrados ya en faena, en primer lugar se corta el palo del árbol a unos 110 cm., y ya en el taller vuelve a recortarse hasta unos 90 cm., eliminando los extremos menos consistentes (hay que recordar que a cada persona corresponde un determinado tamaño de bastón según su altura).Si el palo está torcido, cosa bastante normal, se procede a enderezarlo: para ello lo pela y coloca en un ángulo perforado, de los que se usan para la fabricación de estanterías, donde se ata fuertemente protegido con un trapo. Así se tiene entre 8 y 15 días, tiempo suficiente para su enderezamiento definitivo. Es lo que él llama en castellano "el encallado de la vara" y en euskera goortuta.Una vez recto, el bastonero aplica en la parte inferior una puntera de acero inoxidable.Tenemos ahora que trabajar la empuñadura, cuya forma habrá sido elegida antes: si ha de ser en forma de "T", al efectuar el corte lo hubiéramos tenido en cuenta; y si preferimos una empuñadura de bola, ello nos obligará bien a partir de una rama gruesa y tras hacer la bola rebajar el resto, bien a aprovechar un nudo o cruce de varias ramas. Pero por lo general José Mari se evita complicaciones: para hacer un bastón con empuñadura de bola, confecciona ésta previamente con madera de fresno o boj (el boj es muy bonito aunque pesado) sobre la que abre una hembra a la que aplica directamente una espiga de unos 15 mm. de diámetro y 20 a 30 mm. de largo insertada en el palo. Además, asegura su perfecto ajuste encolando ambas piezas.Y ya sólo falta colorear el bastón. Al efecto, José Mari da un baño de nogalina y dos o tres capas de barniz incoloro, pasándole entre cada capa una lija fina para uniformar la textura. A nuestro artesano no le gusta poner correas a sus bastones.Los precios dependen del material, la rareza, etc. Las económicas vienen a costar unas 3.000 pesetas y 8.000 las más caras.Añadamos por último que José Mari emplea buena parte de sus ratos libres en confeccionar figuritas de animales y otros motivos a base de raíces y nudos, simplemente cortando las partes útiles, dándoles forma y barnizándolas. El resultado es digno de todo encomio.Además de José María Urkizu hay otros artesanos bastoneros, tallados o sin tallar, entre los que se cuentan: Inaxio Oyarzábal Zulaika (Plaza de Armas, 5 bajo. Hondarribia, Gipuzkoa. Tlf. 643183); Félix Martínez Torres (José Erviti Kalea, 6-3º. Rentería, Gipuzkoa. Tlf. 516691); Alejandro González Goenaga (Solkorre Kalea, 2-3°ree;C. Anoeta, Gipuzkoa. Tlf. 683951); Jesús María Jaso Insausti (Beasáin, Gipuzkoa); Antonio Ezcurra (Irurzun. Valle de Araquil, Navarra); Dámaso Rozas (Leguía, 21. Vera de Bidasoa, Navarra).





B. Fabricación de makilas tradicionales





Recorremos el proceso de fabricación de la makila tradicional siguiendo la técnica del artesano Iñaki Alberdi Sagardi, nacido en Irún en 1949 (Taller en Irún: Deskarga Kalea, 6. Bº Lapice. Tlf. 628047).Su padre, José Alberdi Arruti, nacido en 1914 en Oikina, actual barrio de Zumaia (G), después de la guerra se trasladó a vivir a la ciudad fronteriza, dedicándose a partir de entonces a la ebanistería.Iñaki estudia Maestría Industrial e ingresa en una empresa metalúrgica. En el año 1980 se percata que si bien al otro lado del Bidasoa, en Iparralde, hay varios artesanos makileros, no ocurre lo mismo en esta orilla, por lo que inicia de forma autodidacta el estudio de la makila y de su técnica de elaboración, cotejando sus conclusiones con los viejos artesanos de Laburdi y el Baztán. Sus conocimientos metalúrgicos y el hecho de que su padre y su herma no mayor, José Manuel, fueran profesionales de la madera le ayuda sobremanera a descubrir los secretos necesarios para la fabricación de la makila tradicional, como enseguida comprobaremos.A partir de 1983 se dedica ya como modus vivendi al oficio de artesano makilero.



Su taller es una habitación de 4 x 4 metros dotada de un gran tornillo de banco con mordazas de madera para enderezar palos, otro menor para trabajar los casquillos metálicos, y algunas estanterías donde reposan las varas. También en el banco hay una buena colección de punzones, limas, sierra, tenazas... Poco más necesita el maestro artesano para sacar adelante su magnífica producción.Todavía hoy, Iñaki Alberdi es el único que se dedica a la fabricación de este tipo de makilas en la provincia, mientras que en Iparralde sólo quedan tres artesanos.Antes de iniciar la exposición del proceso, hemos de advertir nuevamente que cada persona necesita una makila acorde a su tamaño, y que por tanto todas las piezas deben realizarse a medida.La clase de madera varía: níspero, castaño u otros. El níspero es tradicional de las makilas de Iparralde, algo bastante lógico dada la belleza del material y, por ende, del resultado, según afirma Iñaki. Pero lo que pocos saben es que esta madera exige que en primavera se le practiquen unas incisiones a punta de navaja, al objeto de que la savia de la rama forme en esas hendiduras ciertos relieves que le aportarán mayor esplendor.La vara se cortará en invierno, coincidiendo con luna en cuarto menguante, y se procederá a pelarla una vez caliente al fuego, cuando aún está verde, para facilitar la tarea.Como en el caso anterior, si fuera necesario enderezar el palo se utilizará el calor del soplete y la horma.Ya seca, se mete en una mezcla de cal y agua durante un par de horas para que adquiera ese tono marrón oscuro tan característico, y tras la limpieza se deja secar al sol. No conviene usar este palo antes de un año, como mínimo, hasta que "la madera se asiente". Pasado este tiempo, si se ha combado ligeramente precisará introducirlo nuevamente en la horma. Iñaki agiliza este proceso calentando la pieza dentro de la horma con un soplete de butano.Con las materias primas en la mano, nuestro artesano no tarda más de 3 ó 4 horas en confeccionar la pieza.En el extremo inferior pone un casquillo de latón repujado a mano con motivos propios (también el nombre del artesano y el del cliente si así lo desea), que decora con punzones y martillo. En el interior del casquillo se vierte una colada de plomo para darle mayor peso en esa zona de forma que, una vez terminada, la makila esté perfectamente equilibrada en su peso. Y así como cada madera es distinta, también cada pieza metálica lo será pues de otra manera difícilmente se ajustaría con la perfección deseada. Del casquillo asoma una cruceta de acero que será la que esté en contacto con la tierra, y por el extremo opuesto una espiga del mismo material que sirve de ajuste con la madera. Entre el casquillo y la madera permanece la vieja tradición de colocar una moneda, ya que su forma circular es óptima para hacer tope al palo que también tiene esa forma. Por ello, siempre se escogen monedas del mismo diámetro que los palos.






Se cuenta que la señora Ezpelia, de Barcus, Iparralde, descubrió en 1879 un tesoro de 1.800 monedas celtibéricas de plata (más de dos milenios de antigüedad). No sabiendo qué hacer con ellas, vendió medio millar a un peluquero de Navarrens para que las empleara en guarnecer las makilas que él confeccionaba en sus horas libres.En el extremo superior se inserta una punta acerada enroscada a la empuñadura. La parte de la empuñadura es un tubo largo en el que va la rosca que sujeta el bastón. El exterior se forra con cuero trenzado, generalmente negro, y se corona con una bola obtenida del hueso de un cuerno -antiguamente de buey, pero hoy adquirido en fragmentos al otro lado del Bidasoa (por cuanto las leyes actuales prohiben la importación de cuernos).





En la parte metálica el artesano graba una sentencia de su cosecha o elegida por el cliente, junto a algunos motivos vascos como el laburu. Así, podemos leer:






Hitza hitz (la palabra es la palabra),



Hitzemana zor (la palabra dada es deuda),



Ihes etsaiak (¡huir, enemigos!),



Nerekin beti zuzen (conmigo siempre derecho),



Nerekin inoren beldur (conmigo, no temas a nadie),



Nere bideko laguna (mi compañero de ruta),



Nere laguna eta laguntza (mi compañero y mi sostén), entre otras.






Una vez terminada la makila, el último paso consiste en encerarla. Al cliente se le recomienda que periódicamente pase un trapo seco y la frote con pulpas de nuez, para que absorba su aceite y la madera brille.También trabaja Iñaki Alberdi una gama de makilas más costosas, que en lugar de metal y cuero trenzado llevan alpaca o plata de ley. Son piezas destinadas generalmente a obsequios oficiales entre autoridades y personalidades.






Como no están pensadas para andar con ellas por el monte, se escogen varas delgadas, que dan una hermosa estilización a las piezas, y casquillos más bien finos; de esta forma, el alto precio de los materiales se compensa con una aplicación económica de los mismos. Las correas en estas "makilas de honor" son de color marrón, a juego con la madera, en lugar del negro que las makilas más corrientes combinan con el trenzado de cuero del mismo color. En estas lujosas piezas las monedas del ajuste inferior son de plata.De sus manos han salido makilas para personajes tan ilustres como el papa Juan Pablo II -a quien se le obsequió con una preciosa makila durante su visita a la Basílica de Loyola-, los lehendakaris del Gobierno Vasco Carlos Garaikoetxea y José Antonio Ardanza, el rey Juan Carlos I -en su visita a Bilbao en 1986 con motivo del Centenario de la Universidad de Deusto- o el político Telesforo Monzón.La clientela de Alberdi se distingue por su variedad: montañeros, coleccionistas, instituciones...Con todo lo visto, se comprende que los precios de las obras de Iñaki Alberdi dependan tanto de los materiales empleados como de las horas de trabajo invertidas. He aquí las tarifas de 1992 para los cuatro tipos de makilas más comunes (si el cliente desea algún estuche de presentación, lo abona aparte):
Sencilla de madera de castaño: 14.500 pts.Sencilla de madera de níspero: 18.200 pts.Makila de honor de alpaca con madera de níspero: 32.000 pts.Makila de honor de plata de ley con madera de níspero: 58.000 pts.
Gracias a las distintas ferias de artesanía, como las de Rentería o Getxo, obtiene un buen número de pedidos cada año, período en el que produce entre 300 y 400 piezas.Otros artesanos de este tipo de makila son: Pettiri Harispuru (Ibarla, Benabarra) y Aitor Amor Berraondo (Kalebarren, 22-3º. Soraluce-Placencia de las Armas, Gipuzkoa. Tlf. 752389), este último creador de makilas muy semejantes a las tradicionales, si bien no de madera de níspero sino de acebo, espino y castaño. Asimismo, sus piezas presentan como novedad puntas y mando de metal repujado, a base de cincel y martillo, y casquillos damasquinados con hilo de oro. Esto justifica que las makilas más sencillas del artesano de Soraluze cuesten (año 1992) 50.000 pts., y que para las lujosas efectúe un presupuesto a petición del cliente (teniendo en cuenta que sólo los casquillos damasquinados de oro superan las 100.000 pts.).









* * *







Hasta aquí nuestra exposición sobre palos, bastones y makilas. Si casi nunca el investigador o el estudioso puede vanagloriarse de haber agotado un tema, en este caso todavía menos. Creo que quien nos haya seguido hasta aquí comprenderá fácilmente la insignificancia de nuestra aportación, apenas una reseña, comparada con las dimensiones y las posibilidades del tema.Con todo, se conformaría el autor si tras leer estas páginas al lector le quedara claro que sostener que "un palo no es más que un palo" no es faltar a la verdad, desde luego, pero sí un juicio tan superficial como falto de rigor.


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Xabier Mendibe

Pº. Mons, 98-5º B
SAN SEBASTIÁN
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